Las señales de entrada regularmente tienen intenciones definidas y maneras simples y claras de dar la cara. Ahora bien, puede ser que adquieran este comportamiento a manera de ritual, como tribu de indios que se levantan de la maleza para soltar un aullido y desaparecer de la vista del invasor confundido en medio de la neblina. Hablamos, pues, de esperanzas destruidas, de que repentinamente desaparezca el placer en la conversación y de que sea un gusto vicioso el que organice el sueño y al cansancio.

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