
Esta ventana iluminada es mi nuevo cuarto. Esa noche estaba solo. Salí y dejé la luz encendida. Caminé y llegué a un edifico vacío e iluminado de la universidad rodeado de piezas industriales. Un topito las recorría perdido. Con la intención de regresar, confirmé que mi conocimiento de la zona seguía siendo absolutamente frágil y que la decisión de dejar una luz encendida podía deberse a dos cosas: sentir un segundo antes de razonarlo que alguien espera o saber dónde vivo.
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